Chicago espera con los brazos abiertos a Oscar

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Familiares y conocidos han mantenido vivo en la Ciudad de los Vientos el legado del preso político por José A. Delgado En la era de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, la conmutación de la sentencia del prisionero político Oscar López Rivera trae nuevos bríos al barrio boricua de Chicago. Incluso, el gélido invierno de esta ciudad se percibe diferente. En las calles del antiguo barrio boricua -representado por el histórico parque Humboldt, escenario de la lucha cívica y política de una comunidad que se rebeló a partir de 1966 en contra de la discriminación y el abuso policial-, se formó López Rivera, convicto de conspiración sediciosa por sus vínculos con el grupo clandestino Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN). Y en éste entorno -en el que ayer 35 mujeres mantenían la manifestación de cada último domingo del mes en reclamo de su excarcelación-, fue donde se le dio forma también a la campaña a favor de su plena liberación. Sin duda es un barrio transformado. Pero, aunque su población hispana pinta mayoritariamente mexicana, como colectivo se mantiene solidaria con los pioneros boricuas. Y es igualmente combativa cuando el presidente Trump suena los tambores de una política pública dirigida a endurecer las normas y la retórica sobre inmigración. Marta Ayala, activista de origen mexicano, afirmó que la decisión tomada por el presidente Barack Obama poco antes de dejar la Casa Blanca -que permitirá a López Rivera cumplir su condena de casi 36 años el 17 de mayo próximo-, representó un alivio colectivo. “Muchos llevamos ese peso de injusticia”, indicó Ayala. “Quedé atónita (con la noticia). Pensé que nunca iba a pasar. Cuando la directora de nuestro departamento lo informó, empecé a llorar. Si Obama no lo hacía antes de irse, Trump no lo iba a hacer”, indicó la boricua Laura Nieves, quien hace una maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Illinois en Chicago. En la clase de introducción a Estudios Latinoamericanos, José López Rivera, hermano del prisionero independentista y profesor universitario, narraba el viernes “el legado de Oscar” dentro de la comunidad puertorriqueña, a través de las luchas comunitarias, estudiantiles y sindicales en las décadas de 1960 y 1970, antes de irse a la clandestinidad. A López Rivera se le identifica como militante de las FALN, pero pocas veces, dijo, se tiene en cuenta su vinculación con las luchas por la representación de su comunidad en sus principales instituciones educativas y políticas. Su liderato en un acto de desobediencia civil en 1973 en reclamo de participación boricua e hispana en las decisiones de la Universidad de Illinois, provocó su arresto junto a otras 38 personas. “Como el presidente Obama, Oscar fue un organizador comunitario, entonces con la Northwestern Community Organization”, dijo José López Rivera, al destacar que su hermano sembró la semilla del Centro Cultural Puertorriqueño y la expansión de la organización de la comunidad hacia proveer servicios de salud y vivienda. Luis Gutiérrez, congresista demócrata que representa y ha formado parte de esta comunidad durante seis décadas, sostuvo que recuerda a Oscar López Rivera “organizando en contra de la brutalidad policial”. “Su liberación se logra por la tenacidad que tiene nuestra comunidad”, agregó. Jonathan Vega, de origen puertorriqueño y estudiante de la Universidad de Illinois, reconoció que hasta entrar a la clase del profesor López Rivera “no sabía mucho del caso de Oscar López; pero ha tenido un gran impacto en mí y mi familia”. Aunque no se tiene claro cuándo López Rivera podrá estar de regreso a la ciudad a la que llegó hace 60 años, cuando solo tenía 14, la comunidad prepara preliminarmente un recibimiento para el mes de junio, cuando ya se habrá extinguido su sentencia. Por un lado, el concejal municipal Roberto Maldonado presentó una ordenanza para bautizar simbólicamente el lado este del bulevár Luis Muñoz Marín con el nombre de López Rivera. El lado oeste ya lleva el nombre del béisbolista Javier Báez, uno de los héroes de la primera victoria en 108 años de los Cachorros de Chicago en una serie mundial. Oscar López Rivera es fanático de los Cachorros y desde la cárcel ha seguido el desarrollo de Báez como estrella naciente del béisbol boricua. En el Museo Nacional de la Cultura y las Artes y la Cultura Puertorriqueña corre la exhibición (Antonio) “Martorell en la Casa”, encabezada por su trabajo de 2015 “Buscando a Oscar”. “Este Museo es parte de la inspiración que dejó Oscar. Mucha gente ha luchado – indicó el director del museo, Billy Ocasio-, para ver el día de su excarcelación”. Originalmente publicado el 25 de enero en endi.com

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