DE PIE PARA DARNOS A RESPETAR

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Por Carmen Yulín Cruz, Alcaldesa de San Juan
Publicado originalmente en El Nuevo Día, Tribuna Invitada

Las expresiones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, poniendo en duda la cantidad de muertos que hubo en Puerto Rico a consecuencia del huracán María, son una falta de respeto al dolor de los puertorriqueños y otra afrenta a nuestra dignidad como pueblo.

Todo puertorriqueño que se respete a sí mismo, debe repudiar estas expresiones de la manera más enérgica posible. No hay espacio para que ningún oficial electo por el pueblo de Puerto Rico ponga en primer plano su lealtad política a su lealtad con los nuestros. Hay una sola reacción posible: la condena de expresiones que no guardan relación con la realidad y que sólo buscan lastimar el ya herido corazón de aque–llos que perdieron un ser querido. No hay duda, no fue la tormenta quien los mató, fue la negligencia de la administración de un Presidente al que le preocupa más quedar bien que hacer el bien.

El mundo entero sabe que lo que hizo el gobierno federal no fue suficiente: los americanos lo saben, la prensa lo sabe, nosotros lo sabemos. Pero en cada ocasión, los funcionarios electos de Puerto Rico describen a Trump como si fuera el gran aliado del país. No lo es. No fue capaz de hacer lo que tenía que hacer. No busquen explicaciones razonables donde no las hay. Dándoles el beneficio de la duda, quizás pensaron que si no lo enfrentaban nos ayudaría. Pues sepan que nada vale la dignidad del Pueblo de Puerto Rico. En las palabras de la líder de derechos civiles de Estados Unidos, Rosa Parks: “mientras más los obedecíamos peor nos trataron”. Y así ha sido.

El Gobernador ha dicho que el Presidente le ha dado todo lo que ha pedido, pues no pidió suficiente. La Comisionada ha dicho que Trump ha sido “generoso”, creo que no le queda de otra que retractarse ahora. El Secretario de Estado fue incapaz de decir la verdad en una entrevista de CNN mientras la reportera lo escuchaba atónita, incapaz de creer lo que escuchaba. La verdad no se puede tapar, y los insultos no se borran con dinero. De hecho, sería extraordinario si el gobierno nos dijera si cada ti–tular de anuncio de billones en ayuda ya se ha recibido y en qué cuenta están.

Cuando me le enfrenté al Presidente, en septiembre pasado, muchos me criticaron. Dijeron que exageraba cuando dije que estábamos muriendo y que nos estaban matando con su burocracia y su ineficiencia. Me criticaron duramente cuando
invitada por medios americanos —jamás llamé, ni nadie a nombre mío llamó a nadie para que me entrevistaran— fui a denunciar la irresponsabilidad de la admi–nistración de Trump con nosotros. Repetí, una y otra vez, que miles iban a perder sus vidas por la negligencia del gobierno de Trump. Daría cualquier cosa por haberme equivocado.

Poco a poco informes del propio gobierno federal han admitido las deficiencias que incidieron en que el trabajo hecho en Puerto Rico fuese deficiente. El mundo lo sabe. La verdad no se puede esconder. Y peor aún funcionarios del gobierno de Puerto Rico continúan alabando a Trump o haciendo actos de malabarismo extraordinarios para no decir lo que se sabe: No hicieron lo que tenían que hacer. Y no, no es porque seamos ciudadanos. Es porque somos humanos.

La Administración de Trump fue negligente y eso causó la muerte de 3,000 bori–cuas. Hace dos días – 11 de septiembre- en el aniversario del ataque terrorista a las Torres Gemelas, donde por cierto murieron cientos de boricuas, se leían los nombres de los que no sobrevivieron. Eso permite a los americanos honrar las vidas de sus caídos. Nosotros no podemos tomar una acción como esa porque no conocemos sus nombres. Cada familia sufre el dolor de esa pérdida, pero, como país, no podremos cerrar nunca esa herida.

Ninguna “ayuda” debe exigir como pago la dignidad de un pueblo. Llega el momento en que uno tiene que decidir, o habla o se convierte en cómplice de la negligencia que se perpetró contra el pueblo de Puerto Rico. La complicidad del silencio que se esconde detrás de palabras cautelosamente escogidas como “generoso” o frases que no comprometan mucho como “nos ha dado todo lo que hemos pedido” ya no son suficientes. El país ya no está para paños tibios.

Eleanor Roosevelt dijo que nadie podía hacerte sentir inferior sin tu consentimiento. Pues compatriotas, para aquellos que todavía insisten en consentir: se acabó el tiempo. La pregunta es una: ¿de rodillas o de pie? La contestación es sencilla: de pie para dar a respetar a Puerto Rico.

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